3/5/11

CULTURA SOLIDARIA..PARA UNA SOCIEDAD MEJOR...


¿Por qué cultura solidaria? Justamente porque la solidaridad es un concepto que se enseña. Pero más allá de ser enseñado, viene con nosotros desde el momento de nacer. ¿Cómo es esto? Cuando un bebé nace, él se siente, en un primer momento, parte del cuerpo de su mamá, no se ve a sí mismo como separado de ella, y luego va aprendiendo que él es parte de un grupo de personas (que pueden ser el papá, los abuelos, en fin, las personas involucradas en su cuidado). Y así, sintiéndose primero parte de un grupo, es que puede, a medida que crece, comenzar a separarse de toda esta gente que lo rodea y adquirir una identidad propia, comenzar a sentirse separado del resto. Para que se entienda bien y resumiéndolo, para poder aprender que uno es una persona única e individual, primero debemos haber sido parte de un grupo del cual poder separarnos.

Así, conectamos lo dicho anteriormente a un concepto llamado Inteligencia Solidaria, acuñado por el psicólogo Octavio Fernández Mouján. Este tipo de inteligencia, no está dado por nuestra capacidad intelectual y académica, sino desde la vivencia participativa. En el hombre primitivo, e incluso en los aborígenes que aún existen, la identidad está basada en la participación del grupo comunitario. Desde esa unidad piensan y actúan. Este sentimiento de identidad y unidad con el grupo les permite a las personas calmar la angustia frente a lo desconocido. Si relacionamos esto a la necesidad del bebé de sentirse parte de un grupo, nos damos cuenta que esto es lo natural, ser parte de un grupo que a uno lo contiene, que nos hace sentir que no estamos aislados. Este sentimiento de unión hace que cada miembro de una comunidad luche y obre por el bien común de esa comunidad, ya que si yo soy parte de un grupo y al grupo le va bien, entonces a mí me va a ir bien, pero para eso yo debo ayudar a que a mi grupo le vaya bien.

Y esto es lo que se ha perdido en nuestro tiempo. En la sociedad occidental se hace mucho hincapié en ser único, en desarrollar una identidad propia, es destacarse del resto (lamentablemente, muchas veces desde lo material; lo vemos en quienes se siente únicos y más importantes haciendo alarde de su belleza, de sus posesiones, etc.). Y ésta necesidad de sentirse único, tiene como consecuencia que debo separarme del grupo que me contiene, y yo ya no aporto al bien comunitario porque, claro, todas mis energías van a buscar la manera de sentirme único, especial. Pero a la vez, también empiezo a sentirme muy solo porque, para ser único, tengo que dejar de ser parte del resto. Y así nos alejamos de lo natural, de lo que hablábamos al comienzo, de que para sentirme contenido, tengo que ser parte de la comunidad.

Ese ser parte me permite ayudar y ser ayudado. Y acá entra en juego el compromiso de cada uno de nosotros en el bien común de la sociedad. Yo siempre comparo a cada individuo con una célula. Si cada célula en un organismo está sana y funciona bien, todo ese cuerpo va a estar sano y funcionar bien. Del mismo modo, si cada persona es parte de una sociedad y aporta algo al beneficio de todo el conjunto de personas que integran esa sociedad, ésta va a funcionar bien. Por eso debemos volver a los encuentros con los vecinos, a las actividades barriales, a hacer tareas comunitarias, a colaborar con el bien común. Así uno se siente parte, incluido, no se siente solo y, además, recibe como recompensa el beneficio de pertenecer a una sociedad sana que va a estar para uno cuando uno lo necesite. Quienes trabajamos en tareas solidarias esto lo vivenciamos todo el tiempo, el famoso uno para todos y todos para uno.



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